Los renos son los animales míticos que en Navidad se dedican a tirar del trineo mágico, volador, de Papa Noel. Con él, se encargan de repartir los regalos la noche del 24 al 25 de diciembre. Pero el reno es también un gran protagonista de las soledades árticas.
El reno es un esplendido cérvido que mide, a veces, hasta 2 m., con una alzada de 1,10. Cambia de color según las estaciones: gris oscuro o marrón en verano y gris claro o blanquecino en invierno, para mejor confundirse en los espacios helados.
El reno se alimenta de las pobres plantas que crecen entre los pedruscos, en las llanuras altas, después de que haya escarbando con sus pezuñas y con sus cuernos en la nieve. Profundamente social, vive agrupado en manadas, a veces muy numerosas.
Tiene el olfato desarrollado. Sin embargo, su vista es muy débil, tanto que llega a confundir, en la lejanía, los perros con otros renos. Es temeroso y huye cuando algo le asusta: entonces toda la manada se dispara hacia la lejanía.
El reno acepta el trato con las personas y su proximidad, cuando ha sido habituado a ella. Se pueden formar rebaños domésticos. En los parajes inhóspitos donde habita el reno, los humanos han aprendido a beneficiarse de su carne, su leche y su piel.