El reiki se asienta sobre las dos palabras que lo forman, "rei", que se refiere a la energía vital del universo, de la que todo está compuesto, y "ki", que es la energía de todos los seres vivos, es decir, una parte del "rei" de la que todos formamos parte.

El cariño y el amor deben ser aplicados para curar algunos procesos dolorosos, como una madre que acuna a su hijo ante el dolor. El reiki se encarga de canalizar la energía del universo hacia las personas con fines terapéuticos.

Quien recibe reiki se compromete a diario. La historia del reiki está ligada al maestro japonés Mikao Usui, para el que todo acto precisa una contrapartida por parte de quien lo recibe. De esta forma se consigue devolver la energía al universo.

Las terapias del reiki se aplican sobre el cuerpo a través de siete canales receptores: el canal basal, que está sobre la zona púbica; el sacral, sobre el hueso sacro; el plexo solar en el estomago; el corazón; la garganta; el conocido como tercer ojo, sobre la frente: y la corona, situada en la parte superior de la cabeza. En estas zonas se imponen las manos en posiciones diferentes según el alivio que el maestro, capacitado para ello, quiere ofrecer.

La sesión de reiki tiene una duración de entre una hora y una hora y media. Para conseguir un equilibrio general, en cada posición se está alrededor de cinco minutos.