Cultivar nuestras propias hortalizas es una de las actividades más rentables de la huerta si queremos hacernos autosuficientes. Incluso una parcela pequeña puede producir suficientes hortalizas para que una familia de cuatro o cinco miembros no tenga que comprar ninguna en todo el año.
Algunas hortalizas se pueden almacenar, y podemos seguir comiéndolas frescas o en su estado natural, otras se pueden secar o salar y casi todas se pueden congelar con éxito. Nuestros propios productos congelados tendrán mejor sabor que su equivalente comercial porque además representan nuestro trabajo.
La mayor parte de las hortalizas no son difíciles de cultivar, si alguna nos cuesta trabajo es mejor abandonarlas a favor de otras que se adaptan mejor a nuestros métodos y a nuestra tierra. Además de las instrucciones de plantación debemos aplicar una buena dosis de sentido común. Las hortalizas pueden adaptarse a nuestra tierra y a los cambios que en ella realicemos.
Muchas veces el tiempo influye para que nuestra siembra, plantación, y más tarde la cosecha tenga que retrasarse por que las condiciones no son las adecuadas. No hay que seguir al pie de la letra las instrucciones que se dan en el paquete de semillas. Por ejemplo es mejor retrasar la siembra un mes o dos, que echar la semilla en un suelo frío y mojado donde no germinará. La distancia entre las plantas también es siempre aproximada, aquí entra en juego el criterio del hortelano.
Si atajamos el problema de plagas o de insectos cuando surge, pocas veces nos veremos obligados a no trabajar nuestra tierra o harán que fracasen nuestros cultivos.