Cualquier rincón de la casa se vuelve más natural y delicado con la presencia de estos árboles en miniatura. Su aspecto mejora con los años y unos cuidados básicos. El bonsái es también el arte y la ciencia de cultivar plantas en maceta según un modelo estético. Siguiendo unas sencillas recomendaciones, haremos de su cuidado una tarea muy relajante y satisfactoria.
Cuidar un bonsái implica trasplantarlo una vez al año, en otoño o en primavera. Para facilitar esta operación es recomendable no regar la planta el día anterior, así será más sencillo extraerla. Las raíces deben sacudirse suavemente para desprender de ellas la tierra vieja. Luego se planta en la maceta nueva con tierra especial para bonsáis, a la sombra y con rapidez pues si las raíces se secan podemos perderlo.
Debemos abonarlo siete veces entre abril y octubre, con fertilizantes líquidos o granulados para bonsáis. Los abonamos sobre la tierra húmeda y nos abstenemos de hacerlo cuando el bonsái está en flor. Regamos el bonsái siempre que tenga la tierra seca, evitando las regaderas tradicionales ya que sus agujeros son muy grandes y el agua cae con mucha fuerza. Lo mejor es adquirir una especial para bonsáis, recurrir a riego por vaporización o sumergir unos minutos la planta en agua de lluvia o agua sin cloro.
La maceta para el bonsái ha de ser de pequeño porte y escasa profundidad, pues estas plantas no necesitan grandes raíces para anclarse en la tierra, solamente las precisas para obtener el alimento del sustrato. Los tiestos deben medir dos tercios de la altura del bonsái (si éste esa alto) o de su anchura (si es chafado). Aunque la maceta sea bonita, esta siempre ha de ocupar un lugar secundario con respecto al árbol, y los colores tienen que ser discretos para no desviar la atención.
Para iniciarse en la técnica no es aconsejable hacerlo con un ejemplar valioso y delicado. Lo mejor es comenzar con especies de fácil cuidado cómo el ficus benjamina, higuera, mirto, camelia, olivo, naranjo, romero, azalea, fucsia o madreselva.