Los ácaros están entre los habitantes más desagradables que podemos tener en casa. Se trata de unas arañitas microscópicas que miden tres decimas de milímetro o menos. Viven en el hábitat de los humanos, o sea, el nuestro. Pero no nos parasitan y se alimentan de restos orgánicos que forman parte del polvo de la casa. Se les conoce como ácaros del polvo o de habitación.
La base de su alimentación son las escamas de la piel humana, por eso prefieren cobijarse cerca de su fuente de energía. Entre sus escondites preferidos se encuentran colchones, almohadas, moquetas, cortinas, muebles tapizados, alfombras y hasta ositos de peluche .En un colchón de matrimonio pueden vivir hasta dos millones de ácaros. Una almohada de seis años puede alcanzar la décima parte de su peso en ácaros.
Estos arácnidos se reproducen muy fácilmente, sobre todo si cuentan con una humedad elevada y un ambiente cálido. Los ácaros del polvo, como ocurre con el polen o el moho, son inofensivos, pero en algunas personas pueden causar alergias, ya que el organismo cree que son sustancias dañinas y reacciona en su contra. Básicamente, la alergia se produce como reacción a sus restos y excrementos en descomposición.
El polvo de habitación es la causa principal de las alergias de muchas personas en todo el año. Algunas actividades cotidianas cómo pasar la aspiradora o sacudir las sábanas, dejan suspendidas en el aire partículas que pueden desencadenar en los alérgicos un ataque de asma, que en este caso si es peligroso, o una congestión nasal.
Si tenemos problemas a causa de los ácaros en casa podemos usar algún acaricida. Hay diversos tipos en el mercado y no son tóxicos para los humanos. Pero las medidas preventivas para evitarlos es lo primero que nos deberíamos plantear: airear la habitación, usar fundas antiácaros, evitar los animales domésticos, lavar la ropa de cama a más de 60 grados, mantener un ambiente seco y reducir, o eliminar, los materiales donde anidan, como tapices y alfombras.