La liebre es ciudadana del mundo. Se halla extendida por toda Europa, desde Laponia, donde el manto toma el color blanco de la nieve en la que vive, hasta los litorales meridionales de España, Italia y Grecia. Es común en Asia y abunda en África, sobre todo en Argelia y Marruecos. También hay especies en el continente americano. Además, vive en la literatura, ya que aparece en multitud de refranes, cuentos y fábulas.
La forma y el color de las razas de liebres cambian con el clima. Por otra parte, como ocurre con otros animales, su físico puede mostrar modificaciones, según el terreno donde habiten. En España existen tres variedades de liebres bien diferenciadas: una en el norte, desde Cataluña hasta Cantabria; otra en Galicia y Asturias; y la tercera en el resto de la península.
La liebre no excava madrigueras como hace el conejo, sino que se fabrica un nido muy rudimentario en la superficie. Su sueño, si a la inmovilidad se le puede llamar sueño, no es más que un momento en su constante alerta ante el peligro. Parece que la naturaleza le haya querido advertir que nunca debe bajar la guardia, ya que no le ha provisto de los parpados que proporcionan a los demás mamíferos su verdadero reposo.
La constitución física de la liebre, con las patas posteriores mucho más largas que las anteriores, la hace muy apta para correr. En el llano es muy rápida, sobre todo, si comparamos su velocidad con su tamaño. Cuando corre, se detiene varias veces para examinar el comportamiento de sus perseguidores y, a veces, para descansar un poco. Una liebre en carrera puede alcanzar los 70 Km/h, dar saltos de tres metros y cambiar de dirección en ángulo recto. ¡Esto es correr como una liebre!
Su vista es mediocre, sobre todo de día. Los ojos de la liebre están colocados a los lados de la cabeza, separados uno del otro por toda la anchura de la frente. Parecen centinelas, pero cada uno ve solo lo que está a su lado. Mejor es su olfato que, con el viento favorable, le permite percibir olores a gran distancia.
Pero el sentido realmente fino de la liebre es el oído. Sus orejas son instrumentos acústicos maravillosamente construidos, que le permiten captar las menores vibraciones. Los tenues cartílagos que forman sus pabellones auditivos aumentan su sensibilidad y movilidad. La liebre puede mover las orejas en todas direcciones.