Hombres y mujeres envejecen de distinta manera. En general, la esperanza de vida de una mujer es mayor que la de un hombre. Las hormonas femeninas brindan una mayor protección biológica, al menos, desde la primera lactancia hasta la menopausia. ¿Sexo débil? En cuanto a longevidad, seguro que no.
Tal como se va avanzando en edad, cada vez hay más mujeres y menos hombres. Por otro lado, una vida más larga no significa que sea más saludable. Ni tampoco más confortable. Por una parte, los patrones de salud y enfermedad según los sexos tienen diferencias notables. Por otra, la calidad de vida está también determinada por factores culturales y sociales.
La longevidad de las mujeres las hace más proclives a contraer algunas enfermedades crónicas, como incontinencia, artritis, osteoporosis, hipertensión y diabetes. Además, algunas de estas enfermedades reducen la movilidad, y de ello se resienten tanto las relaciones sociales como la calidad de vida. En los hombres, en cambio, las principales causas de discapacidad (y muerte) tienen un origen cardiovascular.
Además de las diferencias biológicas, la esperanza de vida de hombres y mujeres puede tener otras causas, distintas según la época y cultura en la que viven. En los países industrializados se ha alargado mucho la longevidad femenina a base de reducir los riesgos para su salud. Antes se tenían más hijos (y más posibilidades de morir en un parto), menos higiene y peores condiciones de vida. En cambio, no fue así para el hombre. La industrialización le llevó a asumir más riesgos en su trabajo, lo que ha contribuido a un número mayor de defunciones prematuras de origen ocupacional entre los hombres.
Otro factor que influye en la vejez es la discriminación. En algunas sociedades, la ventaja biológica de la mujer se pierde, desde niña, a causa de las desventajas sociales. Incluso donde esto no ocurre, las mujeres suelen ganar menos que los hombres, lo que repercute también en las prestaciones sociales que puedan recibir en concepto de pensiones y seguridad social. En esto influye el hecho de que, con frecuencia, la mujer interrumpe su carrera para atender a la familia. En la vejez, las mujeres tienden a ser más pobres que los hombres.
Finalmente, además de vivir más años, muchas mujeres se casan con hombres mayores. Esto hace que haya más viudas que viudos, y las normas sociales no favorecen su bienestar. En particular, las pensiones resultan insuficientes y los derechos de herencia suelen beneficiar a los hijos. Muchas mujeres de edad - hombres también, aunque llegan menos - sufren problemas relacionados con la pobreza, aislamiento y soledad. Hay que saberlo, prepararse y, en la medida de lo posible, evitarlo.