La cigüeña, ave de fábula - Animales, Naturaleza

viernes, 1 de octubre de 2010

La cigüeña, ave de fábula



Muchos poemas, canciones y refranes hablan de las cigüeñas. Además, todos sabemos que la cigüeña trae los niños al mundo. Pocos animales nos resultan tan conocidos y familiares. Pero ¿por qué los humanos, que somos depredadores terribles, permitimos que un ave tan grande viva tan cerca, sin darle caza?

No sólo es por el mal sabor de su carne, sino por el beneficioso papel que ejercen en los campos cultivados. Las cigüeñas eliminan muchos insectos, anfibios y reptiles considerados dañinos por los agricultores. A cambio de tan importante labor, se tolera su presencia y se fomenta la construcción de sus nidos cerca de edificios, a los que no se acercan sus enemigos naturales.

Pareja de cigüeñas

Actualmente, el papel ecológico de las cigüeñas parece olvidarse y da paso a una serie de productos químicos que parecen limpiar más eficazmente que ellas. Los cambios en sus zonas de cría, en su invernada, la proliferación de tendidos eléctricos contra los que chocan, además de los que por capricho disparan contra ellas, provocan una disminución en la población de cigüeñas.

Las cigüeñas europeas se clasifican en dos tipos, según la dirección que tomen en su camino migratorio: las occidentales, que pasan por Gibraltar y las orientales que pasan por el Bósforo. En Dinamarca y la región del rio Elba se encuentran poblaciones mixtas en las que unas cigüeñas toman rumbo sudoeste y otras sudeste, aunque se han visto unas pocas que migran por Italia. Vuelven todas en febrero, algunas ya han vuelto en enero o incluso no se han ido de entre nosotros.

El macho suele ser el primero en llegar; poco después lo hace la hembra. La pareja que se reune ya se conocía durante todo el invierno. El macho monta a la hembra con cierta dificultad por las largas piernas. La hembra, con el plumaje ahuecado, se acerca al macho, que permanece indiferente. Según se aproxima se va inclinando hasta llegar a picotear al macho en las rodillas. La respuesta del macho consiste en flexionarlas y acompañar la acción de resoplidos. La ceremonia culmina cuando la pareja cotorrea al unísono. Tras la cópula los dos componentes de la pareja emprenden el vuelo y se remontan en el cielo.

A finales de marzo la hembra pone entre 1 y 7 huevos, uno cada dos días, de color blanco mate. Los incuban ambos conyugues, aunque es la hembra la que lleva siempre el peso de la incubación, pues tan solo es relevada por el macho durante la tarde. A los 33 o 34 dias se abren los primeros huevos: los siguientes lo hacen con intervalos de dos días.


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