Los Vikingos vivían tranquilamente en territorios de Dinamarca, Suecia y Noruega. Al principio se dedicaban a la agricultura, la ganadería y la pesca, pero la tranquilidad se vio amenazada por un incremento de la población. Tanto aumentó que hizo peligrar los recursos alimentarios, que resultaron insuficientes. Esos tranquilos Vikingos, dedicados a sus tareas, se vieron obligados a buscar en otras tierras lo que en la suya no tenían, alimento.
Los vikingos, navegantes expertos y guerreros temidos, llegaron a Islandia cien años después de que lo hicieran unos monjes irlandeses y la colonizaron sin ningún problema. Se trasladaron desde Noruega e hicieron abandonar la tierra a los monjes.
Los vikingos se establecieron también en Groenlandia, gracias a Erik el Rojo, descubridor e impulsor de su colonización. Erik había nacido en Noruega y tuvo que escapar hacia Islandia a causa de un asesinato cometido por su padre. Así descubrió Groenlandia, donde se estableció y la llamó "país verde".
Durante una de las estancias de Eric el Rojo en Islandia nació su hijo, Leiv Eriksson. Estuvo con su padre en el descubrimiento de Groenlandia, después volvió a Noruega (país de origen de su familia) y se convirtió al cristianismo. Se dice que, en un intento de regresar a Groenlandia, las corrientes le llevaron hasta América del Norte, a la que llamó "Vindland", país de las viñas.
Los vikingos realizaban sus viajes a bordo del dakkar, una nave construida por ellos. El nombre significa dragón y se representaba en lo alto del mascarón de proa. Estas naves les permitían navegar también por los ríos, debido a su poco calado. Disponían de una proa y una popa elevadas que les daba mucha estabilidad.