Hace mucho tiempo que los musgos abandonaron el seno de las aguas, aunque solo arriesgándose a vivir en terrenos húmedos, donde a veces conviven con los hongos. Este paso de avance les obligó a adoptar una estructura más compleja que, sin ser como la de plantas superiores, es una superación que caracteriza a las Talofitas. Es decir, los musgos constituyen un grupo de transición.
Su organismo está formado de ramitas y láminas verdes que tratan de imitar los tallos y las hojas propias de las plantas superiores. En lugar de raíces poseen simplemente unos pelos rizoides.
Su estructura les permite vivir fuera del agua, pero a condición de no abandonar los terrenos saturados de humedad. Los musgos suelen aparecer sobre el suelo de los bosques y lugares sombríos, formando un suave tapiz a modo de alfombra. Faltos de fibras que les mantengan erguidos y de vasos conductores de la savia, se ven obligados a permanecer agazapados en el suelo para captar la humedad de la tierra.
Los musgos se reproducen por medio de la llamada generación alternante. Las esporas del musgo caen al suelo húmedo y, en él, germinan. Pero no surge de ellas un musgo nuevo, sino un órgano transitorio llamado protonema. Por diferenciación celular se producen unos tallitos, provistos de órganos, unos femeninos y otros masculinos. De la fecundación de estos órganos nacerá un filamento, llamado seta, que culmina en un pequeño engrosamiento en forma de maza, que recibe el nombre de urna. En su interior se forman las esporas y éstas, al caer al suelo, inician el nuevo ciclo.
Los musgos más importantes mantienen como exclusivo su nombre latino. Así el politrychum commune, que forma el césped en los bosques húmedos y la barbula muralis, que aparece sobre los muros de piedra. También destacan por su importancia las especies pertenecientes al género denominado spaghnum. Forman colonias de turberas sobre el suelo húmedo de los bosques y, a veces, también sobre el agua. Este tipo de musgo se halla difundido por todo el globo a excepción de las regiones polares.
El papel que desempeñan los musgos no se limita solo a adornar nuestros belenes en Navidad. Además de éste cometido tan importante como poético, desempeñan el papel de mantener la humedad del suelo en terrenos inclinados, favoreciendo de éste modo la infiltración del agua e incluso la formación de manantiales. Protegen el suelo contra el frío a la vez que conservan y aumentan su porosidad. Contribuyen, modesta pero eficazmente, a enriquecer la tierra con su fecundo mantillo.
La utilidad y el afán de servicio ha conducido a los sencillos musgos a servir de orientación y de brújula natural a los extraviados.