Las personas optimistas sufren menos problemas cardiacos. Probado. Especialistas de todas las nacionalidades demuestan, día a día, cómo el bienestar mental gana puntos e influye en la buena salud física. La positividad no solo sirve para prevenir enfermedades típicamente psicológicas, como la ansiedad o el estrés.
La OMS hace mas de 50 años nos dio ya una definición, premonitoria, de la salud, definiéndola como "el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedades o infecciones".
Albert Figueras, profesor de Farmacología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor del libro Optimizar la vida nos explica que "los optimistas tienen mejor salud, hábitos dietéticos más sanos y encuentran más apoyo social que los pesimistas".
Los cardiólogos consideran, desde hace tiempo, dos tipos de personalidades: la llamada personalidad A, que son personas perfeccionistas, nerviosas y con tendencia a la depresión y a la ansiedad; y la personalidad B, que son optimistas y se suelen preocupar poco por lo que les ocurre, le dan menos importancia.
Llevamos años viendo que los individuos de la personalidad A son mucho más dados a sufrir un infarto mientras ven un partido de futbol que los de personalidad B. Además, una vez que enferman, las personas que tienen una personalidad positiva se recuperan antes y tienen mejor pronostico.
Lo bueno del positivismo es que no acaba en la propia persona, sino que se contagia. En efecto: quienes viven cerca de una persona optimista, por poco que se dejen contagiar, también mejoran su salud.