Los científicos e historiadores han dado sentido y explicación a la frase "la belleza es un estado de ánimo", que allá por el siglo XlX escribió Émile Zola. Así entendemos cómo es posible que el amor, la felicidad o el sexo placentero repercutan en nuestra apariencia y aparezcamos radiantes, deslumbrantes, atractivos.
La explicación tiene que ver con una serie de procesos neurológicos y endocrinos que se producen en nuestro organismo y se reflejan en nuestra piel. Es una cuestión de endorfinas, las hormonas de la felicidad. El bienestar se trasparenta, y lo hace en forma de belleza gracias al efecto beneficioso que nos producen las endorfinas.
Estas hormonas estimulan la actividad de unas células (los queratinocitos y los fibroblastos) que son responsables del aspecto superficial de la piel y de su calidad. Las endorfinas permiten cambiar el estado de la piel, relajarse y, así, conseguir que haya menos arrugas. La piel también se vuelve más resistente a las agresiones y a los procesos inflamatorios que nos pueden producir manchas, rojeces y erupciones.
La adrenalina, la hormona del estrés, todo lo contrario a las endorfinas, crea agotamiento visible; es enemiga del bienestar. Por eso, una persona estresada no solo se muestra más cansada por el esfuerzo; también está más apagada y menos atractiva a causa de la falta de endorfinas, que no se liberan en una situación de estrés.
Estar con el guapo subido suele ir acompañado de un estado anímico positivo. De todas las cosas que nos embellecen, una de las más llamativas es la vida sexual. Es posible que sea cuestión de endorfinas, como indican los neurocientíficos, pero lo cierto es que el sexo otorga lozanía y eso se trasmite a los demás.