Cuando hablamos de magnesio no solo nos referimos al octavo elemento más abundante en la tierra y el segundo después del sodio en el mar, sino que tambien hablamos del magnesio como mineral que necesita nuestro organismo. Está presente en todas nuestras células nerviosas y desempeña un papel muy importante para nuestra salud.
Con la edad, nuestro organismo tiene deficiencias, evidentes y naturales, que podemos paliar con aportes extras como, por ejemplo, de magnesio. La falta de magnesio es el resultado de diarreas prolongadas, diabetes, una alimentación pobre en minerales, mala absorción intestinal o alcoholismo.
También en la alimentación por vía intravenosa durante periodos de tiempo prolongados y cuando se toman diuréticos de forma continuada, se suele producir un déficit de magnesio.
Las personas que padecen hipertensión (a veces relacionada con la edad), tienen niveles sanguíneos de magnesio más bajos que las que gozan de una presión normal. Esta tensión arterial alta a menudo se trata con diuréticos, que ocasionan perdidas de magnesio a través del riñón y la orina. Cuando tenemos déficit de magnesio en nuestro organismo aparece la falta de memoria, dificultades en la retención y síntomas de fatiga, que siempre relacionamos con la edad, a veces, sin razón.
La falta de magnesio también puede puede ocasionar arritmias, taquicardias o pinchazos en el pecho, al contraerse las arterias y, por lo tanto, dificultar la circulación sanguínea. El magnesio tiene relación directa con las proteínas en la formación de colágeno; si no se fabrica una cantidad suficiente de éste, aparecen dolencias como la artrosis o la osteoporosis.
Algunos alimentos ricos en magnesio que podemos incorporar a nuestra dieta son: la alcachofa, el cacao las nueces, la harina de soja, las almendras, los cacahuetes, las avellanas, los pistachos, los cereales integrales, el jengibre, el maíz, los guisantes, las judías y las legumbres en general, todos tan ricos y abundantes en la dieta mediterránea.