Confeccionar unas cortinas para el salón o para cualquier otra habitación de la casa es una tarea relativamente fácil. Puede que tengamos que comprar una tela o, quizá, podamos aprovechar alguna que ya teníamos. En todo caso, necesitaremos un par de cosas más: la cinta de cortina y un hilo adecuado - se venden en la mercería, claro -, además de los soportes, la barra y los sistemas de fijación, de venta en ferreterías.

Una vez tenemos todos los materiales, cosemos la cinta en una de las puntas de la tela. Al final de la cinta cuelgan unos hilos; los vamos a estirar para fruncir a nuestro gusto la zona superior de la cortina. Bueno, más que a nuestro gusto, será la longitud de la barra lo que determine si debemos fruncir mucho o poco.

Es el momento de poner unos ganchos provisionales y colgar la cortina para medir su altura. Si está formada por varias piezas, basta con que colguemos una. Marcamos el bajo con unos alfileres de forma que quede a un centímetro del suelo, y ya la podemos volver a quitar. Más adelante, mediremos el resto de piezas a partir de esta, sin tener que colgarlas.

Una vez tomadas las medidas, metemos hacia adentro tanto los laterales como el bajo. Pasamos un hilván haciendo un dobladillo de unos dos centímetros en los laterales y de cinco a diez, o más, en el bajo. Cuanto más pese, mejor quedará la cortina. Después, cosemos a máquina. Al llegar a la cinta, hay que tener cuidado con los hilos que estiran la tela. No se deben romper.

Ahora, metemos los ganchos en la cinta de la cortina y los vamos pasando, pieza a pieza, por la barra de colgar. Otra forma de hacerlo consiste en poner argollas en la cinta que, después, se hacen pasar por la barra. Según qué modelo hayamos elegido, tendremos que proceder de una forma u otra. En este paso, generalmente, necesitaremos la ayuda de otra persona.