Una alteración de nuestro sistema nervioso puede provocar tensiones musculares, que "nuestras hormonas vayan locas", o incluso perjudicar el sistema inmunológico.
A veces, sin ser conscientes de ello, hay situaciones que alteran nuestra paz mental, y entramos en una situación de alerta que no nos permite dormir. Además, aunque logremos conciliar el sueño, este no es reparador.
Las hormonas sexuales, estrógenos y testosterona, se desnivelan cuando estamos angustiadas y provocan a nuestro organismo, que reacciona; esto, además de alterar el ciclo menstrual, puede afectar a la salud de nuestra piel.
Con los nervios liberamos más hormonas masculinas, lo que a su vez hace que se produzca mas aceite y grasa que obstruye los poros y favorece el acné. Cuando se está pasando un mal momento, aparece el eccema de tipo nervioso. Si este estado nervioso dura tiempo, da origen a una urticaria, y es de difícil cura.
Aunque en su aparición influye la genética, la psoriasis se manifiesta, en muchos casos, tras un episodio de estrés o algún choque emocional.
Si el sistema inmunológico está en baja forma, (lo que ocurre en situaciones de estrés) deja de controlar a los invasores patógenos, como al virus que causa el herpes oral.
Si el sistema inmunológico está deprimido prolifera el hongo Pityvosporum ovale, que es el causante de la caspa.

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