Las funciones básicas, en el cuerpo de los animales superiores, las realizan los pulmones, el hígado, el corazón, el bazo y los riñones, Las plantas realizan estas funciones en las hojas.
Para vivir, respirar es la función más importante. Las plantas y los animales se complementan: la planta toma dióxido de carbono y desprende oxígeno. Nosotros respiramos oxígeno y expulsamos anhídrido carbónico.
La transformación del oxigeno en dióxido de carbono se produce en los pulmones, que en el vegetal son las hojas. Empieza la primera similitud entre plantas y personas. Los azucares que hay en el planeta son producto de las plantas; su valor cómo nutriente es muy importante, casi tanto como el oxigeno que respiramos. La formación de azúcar se produce en las hojas como resultado de la fotosíntesis vegetal.
Las plantas, con ayuda del sol, del agua y del dióxido de carbono que hay en el aire, producen azúcares (el carbonato de la glucosa) y desprenden agua y oxigeno. El organismo humano no produce azúcares por sí mismo, lo toma de las plantas. Los azucares son fundamentales para la energía e intervienen en la formación de grasas y de proteínas. Se almacenan en el hígado y, a través de la sangre, se distribuyen por el cuerpo.
Las plantas tienen un sistema circulatorio, como lo tenemos que los humanos, aunque muy distinto. Les sirve para trasladar sustancias nutritivas por todo el organismo vegetal y llevar las toxinas hacia los órganos encargados de su eliminación.
El paso por el interior de las hojas se puede observar con un microscopio potente y, en la mayoría de vegetales, traza la forma de un corazón. Este recorrido depende de agentes externos, como las variaciones climatológicas, la luz, el calor solar y el viento. En cambio, el aparato cardio circulatorio se regula desde el interior del organismo y está sometido a los latidos del corazón, que está influido por nuestro estado de ánimo, por la temperatura interna y por nuestras aspiraciones en la vida.