La mayoría de todo lo que comunicamos se transmite a través de señales y de gestos que delatan nuestros estados de ánimo y nuestras actitudes personales. Por esto hay que prestar atención a la expresión del interlocutor, ya que irá reaccionando de una forma inconsciente a nuestro discurso.
De esta forma es posible que detectemos que se aburre si apoya la barbilla en la mano, por ejemplo; o que si pone el dedo sobre la sien es una señal de gran interés en el tema que se trata. Si vemos que se estira el cuello de la camisa o que se tapa la boca o se toca la nariz con frecuencia es que miente. Si nuestro interlocutor cruza los brazos o las piernas con frecuencia es que le inspiramos cierta desconfianza.
Tenemos que vigilar porque en determinadas ocasiones nuestro subconsciente nos puede jugar una mala pasada y sin voluntad expresa, nos podemos encontrar imitando gestos de nuestro interlocutor, lo que significa que estamos de acuerdo con él, es una concordancia de posturas.
Si alguien nos explica un chiste que ya conocemos, tenemos dos opciones: avisarlo desde el principio de que ya lo conoces con una frase amable "es muy bueno, yo ya lo conozco", o romper a reír al final. No es de buena educación dejarlo acabar para finamente y con media sonrisa confesar que ya lo habíamos escuchado antes.