Comer en la oficina significa recurrir a la estética del tupper, implica ciertos inconvenientes logísticos e higiénicos. La presencia de plásticos, restos de comida y envases vacios no son un aliciente para mejorar nuestra imagen pública.
Los olores que ciertos alimentos desprenden pueden ofender al resto de compañeros por lo que algunas empresas han dictado normativas contra el uso del ajo, la cebolla y los alimentos condimentados y fuertes de espécias.
Si no tememos más remedio que "tirar de tupper" vamos a tener en cuenta todos los puntos que caracterizan a los alimentos servidos en estas condiciones. Por ejemplo, los alimentos calientes desprenden más olor que los platos fríos, como las ensaladas o los bocadillos. En muchas empresas hay espacios acondicionados que absorben aromas inoportunos.
Es inevitable el ruido al consumir determinados productos y llega a atentar contra la concentración originando en muchas ocasiones la falta de productividad.
Las latas de refresco o las botellas de agua pueden estar encima de nuestro escritorio mientras comemos, pero en cuanto acabemos no las mantendremos a la vista.
Se han de evitar los platos aceitosos y grasosos por el peligro de manchar documentos. Finalmente, para tener y garantizar la máxima higiene es preferible utilizar cubiertos de plástico y recipientes de material reciclado.