Mimamos nuestras plantas, las regamos adecuadamente, las abonamos con esmero, les hablamos con cariño y, a pesar de todo, hay alguna enfermedad que no las ha respetado. Están mustias, se les caen las hojas,... Al estar débiles, los ácaros y los insectos las atacan. ¡Tiene que haber un remedio! La sabiduría popular tiene soluciones para estos casos con curas caseras, con infusiones, con abonos o con otros productos.

Si las tenemos en ambientes secos y calientes, se forman telarañas que les chupan la sabia y las dejan sin color. Aparecen unos puntos blancos que podemos combatir mojando la planta con un spray. También podemos recurrir a los acaricidas, pero posiblemente sea suficiente con humedecer el ambiente.

Un exceso de humedad también puede ser perjudicial para nuestras plantas, provocándoles la aparición de manchas rojas en el envés de las hojas y pardas en el haz. Es botritis. En este caso debemos eliminar las hojas infectadas y aplicar un fungicida.

Ante una clorosis férrica, provocada por la falta de hierro las hojas se vuelven amarillas pero siguen teniendo los nervios de color verde. Lo mejor es regarlas con un preparado de hierro.

Si en ambientes secos o cálidos aparecen bolitas blancas de algodón en el tallo y en las hojas, es la cochinilla. Produce la caída de las hojas. Para luchar contra la cochinilla hay que limpiar la planta de insectos (con un cepillo, por ejemplo) y aplicarle un insecticida específico.

Si las hojas se cubren de una película blanca de aspecto polvoriento, probablemente sea el mildiu, que se transporta mediante el aire por esporas. Hay que retirar las hojas enfermas y tratar la planta con un fungicida.

Hay un parasito que se sitúa detrás de las hojas, la mosca blanca. Es difícil de combatir, pero si reducimos la temperatura y aplicamos un insecticida, se consiguen resultados.

Un ambiente demasiado seco favorece la aparición de los pulgones. Las hojas se vuelven pegajosas y se arrugan. Necesitan un insecticida específico para luchar contra ellos.