Todos hemos sentido alguna vez algo especial al mirar la Luna. Nuestro satélite es único en nuestro Sistema Solar por diversas razones, la más reseñable, su gran tamaño. Esto ha hecho especular a más de un científico acerca de la posibilidad de que fuera un planeta antes de caer en el campo gravitatorio de la Tierra, aunque la más aceptada actualmente es la teoría de la formación de la Luna por colisión.

Pero, ¿es cierto que la Luna es capaz de modificar nuestros ritmos biológicos? Más allá de los mitos de la licantropía, ¿influyen las fases lunares en nuestro comportamiento?

En la danza gravitacional entre la Tierra y la Luna, los dos astros hacen notar físicamente su presencia al otro. No solo las mareas son una de las consecuencias (la más conocida), sino que incluso el campo magnético terrestre y la ionización de la atmósfera varían según las fases lunares.

Estudios científicos hechos con rigor demuestran que somos más propensos a tener un accidente en noches de Luna llena y se dan un 80% más de hemorragias post-parto. Las quejas en las salas de urgencia en los hospitales se disparan, igual que los delitos y los actos violentos.

Así pues, podemos convenir que nuestro bello satélite ejerce cierta influencia en nuestra biología y en nuestra conducta. Pero, cuidado: no debemos confundir los hechos objetivos presentados en estudios científicos con la palabrería de los horóscopos, cartas astrales, etcétera. Ningún astro determina nuestra personalidad ni nuestro destino. Somos libres, y el plenilunio es solo una de las miles de influencias, grandes o pequeñas, que afectan a nuestro organismo y a nuestro cerebro.

¿Se puede entonces medir de alguna manera la influencia de la Luna en nuestras vidas? Todavía no, pero aunque no vamos a encontrarnos a ningún hombre-lobo en el parque solitario, nunca está de más si nos tomamos las cosas con más calma y somos en general más precavidos las noches de Luna llena.