Los cálidos rayos del sol han fundido las nieves y el arroyo ha empezado a caminar. Escuchemos el susurro de sus aguas. A sus orillas numerosos animales alternan la vida acuática con la terrestre. Anfibios, reptiles, insectos y algún mamífero conviven con pequeños peces de agua dulce.
Algunos, como la salamandra roja, depositan sus huevos en la tierra. Otros, como la rana o el sapo, se reproducen dentro del agua. Infinidad de insectos acuáticos trenzan mil piruetas sobre la superficie del inquieto arroyo.
Todos ellos, como nosotros, respiran el oxigeno del aire, incluso aquellos que, como la mosca efémera y los caballitos del diablo, ponen los huevos en el agua.
Otros rizan con sus sacudidas la tersa superficie como el zapatero, el escarabajo, la pulga de agua y el notonecta. En el interior de su plácida corriente el verdadero señor es la tortuga quelibra que, con sus 20 kg de peso, es la mayor de agua dulce. Al igual que la terrapena y la fangosa, acecha sigilosamente en el fondo lo que puede servirle de alimento. Hurgando en el fango del hondón buscan restos orgánicos el gamaro y el aselo o la cochinilla.
Las larvas de los mosquitos respiran entre dos aguas por medio de tubos pequeños, mientras no las descubra una móvil larva de coletra y se las trague. Las lavas de tábano y tipulido maduran lentamente bajo las hojas cercanas al arroyo, donde la araña de agua con sus grandes ojos y el brillante ácaro vigilan sus presas.