Los sumerios fueron los primeros que dejaron constancia escrita de su historia en tablillas de arcilla. Con su civilización empezó la astronomía conocida; pero no fueron ellos los primeros en observar ciertos puntos brillantes que se movían por la bóveda celeste, mientras que otros permanecían fijos.

Hoy, la distinción que hicieron entre estrellas fijas y errantes (que más tarde los griegos llamarían "planetas") puede parecer banal, pero hace 6000 o 7000 años este descubrimiento fue un acontecimiento muy significativo.

Distinguir, en el cielo y a simple vista, un planeta de una estrella no es ninguna nimiedad. Es difícil distinguir Marte de Júpiter o Saturno, que podemos ver en lugares lejos de contaminación lumínica. Pero se consigue. Ahora, noche tras noche, hay que encontrar esa misma lucecita en movimiento, seguir su trayectoria y volver a identificarla cada vez que aparezca. Tiempo y paciencia, de lo que ya queda poco...

A pesar de las dificultades evidentes, todos los pueblos, por antiguos que fueran, conocían muy bien los movimientos de los astros. Podemos hablar de "mecánica celeste" desde el momento en que se empezaron a usar los números para describirlos.

Los sumerios organizaron un calendario perfecto, midiendo con exactitud los movimientos planetarios. También supieron prever los eclipses de Luna. Pero no supieron explicarse por qué sucedía, y creyeron que "alguien" lo dirigía y ordenaba.

Los griegos, más adelante, usaron las matemáticas para dar explicaciones teóricas que no dependían de la mitología.

En el siglo VI a. C., después de milenios en los que "la obra de los dioses" era suficiente para explicarlo todo, se empezó a buscar una lógica en el orden natural que relacionara los fenómenos. Los filósofos naturalistas fueron los pioneros en afirmar la posibilidad del hombre en comprender y describir la naturaleza usando la mente.

En Mileto se reunieron los primeros científicos, Tales, Anaximandro y Anaxímedes, basando sus hipótesis en teorías y cálculos, aunque la mayor parte de la humanidad continuaba creyendo en dioses y espíritus. A estos les podemos llamar los primeros "científicos", a pesar de que lo suyo tiene poco que ver con lo que hoy consideramos ciencia.