Del polen al fruto - Naturaleza, Plantas

sábado, 16 de julio de 2011

Del polen al fruto



Hace poco, en un artículo sobre la polinización de las plantas con flores, prometimos tratar el tema de la fecundación, cuando al fin el grano de polen llega al estigma. En ese momento, la superficie del estigma empieza a segregar un líquido viscoso y azucarado que impregna al polen recién llegado, hasta hacer brotar de su interior una prolongación, llamada tubo polínico.

Dicho tubo atraviesa el estilo y las paredes del ovario hasta alcanzar el óvulo. Dentro de este misterioso recinto, la mezcla de su núcleo con la sustancia del tubo polínico desencadena la formación de la semilla y del fruto.


La fructificación, es decir, la conversión de la flor en fruto, provoca un verdadero cataclismo. Realizada la fecundación, los estambres y pétalos se desprenden y los estigmas y estilos se marchitan. Tanta magnificencia no ha sido más que "flor de un día", algo efímero. Ahora la transformación trascendental va a tener lugar en el ovario, la masa fundamental que dará lugar al fruto, que no es más que el ovario fecundado y maduro.

El óvulo forma la semilla, donde se encuentra el embrión de la futura planta, y las sustancias de reserva destinadas a alimentarlo durante el proceso de fecundación. Las paredes del ovario crecen, formando el pericarpio que envuelve a las semillas. Algunas veces, en la formación del fruto intervienen además del ovario, el cáliz y el estigma, que permanecen como partes accesorias del fruto.

Aún no ha terminado el proceso de trasformaciones. Faltan las correspondientes a la maduración del nuevo fruto. Los frutos carnosos, al madurar, aumentan de volumen, debido principalmente a la acumulación de gran cantidad de agua. Al mismo tiempo, durante la maduración adquieren su característica coloración. Las sustancias ácidas y desagradables de los frutos verdes se forman al madurar en azúcares, féculas y grasas.


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