Si tenemos un huerto o un terreno para cultivar, hay que considerar seriamente la posibilidad de fabricarse, al menos en parte, el propio abono.

El abonamiento vegetal consiste en cultivar plantas para introducirlas después en el suelo mediante la azada o el arado. También se puede segar o arrancar la planta y dejarla sobre el terreno. La materia verde se descompondrá y las lombrices se encargarán de mezclarla con la tierra.

Si se incorpora al terreno abono vegetal, también llamado compost, debe hacerse al menos tres semanas antes de sembrar encima el cultivo siguiente. También se puede agregar una buena cantidad de nitrógeno o estiércol útil para ayudar a la putrefacción del abono vegetal sin que éste esquilme el terreno.

El abono vegetal mejora la calidad de la tierra de cultivo porque la materia verde, al pudrirse, se convierte en materia orgánica. La cantidad de materia orgánica aportada por una cosecha es menor de lo que cabría esperar. Sin embargo, el gran beneficio es que la cosecha absorbe el nitrógeno libre del suelo.

Un terreno baldío expulsa el nitrógeno del suelo al aire. La vegetación, en cambio, retiene el nitrógeno y sólo lo desprende cuando se ha descompuesto. En éste momento es cuando hay que preparar el siguiente cultivo, para aprovechar al máximo los recursos del suelo.

El terreno baldío debería descartarse, a no ser que haya un motivo importante. La horticultura efectiva aspira a tener siempre la mayor extensión de tierra posible cubierta de plantas.