El cangrejo de río - Animales

lunes, 27 de agosto de 2012

El cangrejo de río



En el cauce del río, donde los arroyos dejan de ser saltarines y bulliciosos, entre las piedras del fondo de aguas limpias y transparentes se esconde el cangrejo de rio. Atrae nuestra atención por su coraza, sus dos pinzas delanteras y sus antenas en constante movimiento, explorándolo todo.

En los primeros días del otoño, el macho, sin galanteos - ya que el celo le llega antes que a la hembra, que sufre, a veces hasta la muerte, su impetuoso ataque -, voltea hacia arriba a la hembra y, en esta posición, le separa las patas locomotoras y deposita en su abdomen los líquidos seminales.


Tres semanas después (a veces seis), la hembra, sola, en un refugio construido para la ocasión y con sumo cuidado, expulsa unos brillantes huevecillos por sus orificios genitales. Sus cuatro pares de patas empujan los huevos a diversos puntos del abdomen donde, además de recibir las células sexuales masculinas que se conservan desde hace tiempo, quedan adheridas hasta el momento del alumbramiento.

Cuando han pasado 48 horas, la hembra, exhausta, introduce su cuerpo en el orificio de entrada a su refugio y deposita de 100 a 150 huevos de color negro brillante.

Menos de la mitad de los huevos se salvan de los depredadores, como las pulgas de agua, o los humanos, pues el cangrejo de rio se considera un plato suculento en nuestra mesa.

En Junio, cuando los rayos del sol calientan los remansos, la madre abandona su refugio y los cangrejillos salen de sus huevos. Pero permanecen protegidos, sujetos al abdomen de su madre a través de unos filamentos, mientras su caparazón se endurece y aprenden a nadar y a caminar.


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