No hay palabras que puedan dar una idea adecuada de la solitaria grandeza y las gigantescas proporciones del Mont Blanc. Ni la fuerza de la imaginación, ni el poder del lenguaje pueden describir esta montaña de los Alpes, la más alta de Europa.
El manto de nieve que envuelve su triple cima y su circunferencia tiene una altura de 1300 metros y una extensión de más de 3000, contando a partir del Dôme de Gouté hasta la cumbre. La altura del hielo y la nieve, desde las fuentes de Arveron hasta la cima, no puede ser menor de 4000 metros perpendicularmente. Su altura total sobre el nivel del mar es de 4820 metros.
El primero de los intentos realizados para llegar a la cumbre del Mont Blanc fue efectuado en julio de 1776 por M. Coutterrand y tres guías, los cuales salieron de Chamonix; esta expedición y muchas que siguieron, fracasaron.
En julio de 1786 Jaime Balmat, uno de los seis guías de Chamonix, habiéndose separado de sus compañeros, pasó la noche en un sitio junto al Dôme de Gouté, a una altura de 4000 metros. A su regreso a Chamonix se indispuso seriamente por efecto de la extrema fatiga y el frio intenso.
Gracias al tratamiento del médico de la población, el doctor Paccard, Balmat recuperó la salud y como muestra de gratitud ofreció al doctor conducirlo a la cima del Mont Blanc. Salieron el 7 de agosto, logrando por fin dar cima a su empresa. El frio era tan intenso que las provisiones se helaban en sus bolsillos y la tinta en sus tinteros. La ascensión se llevó a cabo en quince horas, pero el regreso se efectuó con increíble dificultad debido a la debilitación de la vista causada por el reflejo del sol en la nieve.
Al regresar a Chamonix, a las ocho de la mañana, sus rostros estaban escoriados, sus labios hinchadísimos y sus ojos tan quemados, que el doctor Paccard estaba casi ciego.