El 90% de la basura que producimos al año puede ser reciclada. El papel, el vidrio y los envases de metal y plástico son los más reciclados, mientras que en las pilas o los neumáticos el reciclaje no llega al 10 por ciento.

Si miramos en nuestro cubo de basura, según el Ministerio de Medio Ambiente, debemos encontrar un 44% de materia orgánica, es decir, restos de comida y de jardinería; un 21% de papel y cartón; un 15% de envases de metal, plástico y tetrabrik; un 3% de textiles; un 7% de vidrio, y el restante 10% serán pilas, restos de plásticos y metales, madera o gomas. Ahora que ya lo tenemos separado ¡A reciclar!

Si los desechos no están separados, los recogerá un camión y los enviará al vertedero municipal o a la incineradora de basuras más próxima, en la que la basura se reducirá a cenizas, aprovechando el proceso para producir energía. Según organizaciones ecologistas, esto provoca la emisión de una sustancia contaminante, la dioxina.

Si nuestras basuras van a parar a un vertedero, las sustancias contaminantes serán muchas más y tardará mucho mas tiempo en integrarse con el suelo (un envase de vidrio tarda 4000 años en desaparecer). En cambio, si este vidrio lo echamos al contenedor adecuado, en pocos días volverá a estar en una estantería del supermercado. Vale la pena ¿no?

Actualmente se da un uso a los materiales reciclados muy extenso. Hay quienes fabrican otros objetos con estos desechos, por ejemplo, los zapatos que tienen suelas hechas con caucho de neumático, sillas fabricadas con una bicicleta vieja, bolsos fabricados con las banderolas que anuncian una fiesta, un congreso o festival en una ciudad....

Cada vez somos más los que, conscientes de la importancia del reciclado, cambiamos nuestras costumbres.