No es de extrañar que, una vez que la ciencia halló la correlación entre cerebro y piel, el mundo de la cosmética se hiciera eco y quisiera beneficiarse de ello. Comenzó a investigar cómo se podían potenciar las endorfinas en el mundo de la cosmética y se aprovechó la relación entre felicidad y belleza.
La neurocosmética se basa en la relación entre cerebro y piel; busca favorecer la producción de endorfinas tras haber aplicado la crema y que se inhiba la de aquellas hormonas, como el cortisol o la adrenalina, que provocan sensaciones negativas.
Nuestra piel refleja aquello que está ocurriendo en el interior. Es un tópico, pero es cierto que "la piel es el espejo del alma", nos da mucha información de lo que nos pasa por dentro. Pero la neurocosmética, además, de potenciar las sensaciones de bienestar, también está pendiente, acechando a moléculas que sean capaces de inhibir la sensibilidad cutánea, el foto envejecimiento y los problemas de piel provocados por la exposición a la radiación ultravioleta, el sudor excesivo...
¿Nos llama la atención el hecho de que algunas personas irradian belleza, aún sin ser especialmente atractivas? ¿Por qué algunas personas que en fotografía no se nos antojan guapos, en persona pueden resultar irresistibles?.
Hay dos posibles respuestas. La primera es la que mucha gente compensa su fealdad con encanto; a veces, el que no es muy agraciado acaba compensándolo con otras cualidades que hacen que la otra persona olvide su falta de atractivo físico. La otra respuesta es más íntima: la serenidad. Lo que está dentro es lo que se manifiesta fuera. La paz interior que tienen algunas personas tramite armonía.
Si una persona refleja serenidad y paz interior, los demás lo percibimos y nos resulta atractivo; tal vez sea el lenguaje corporal, los tonos de voz, la forma de mirar... Puede que tenga que ver con las neuronas espejo (que se están investigando), que nos hacen tender a imitar dentro de nosotros lo que tenemos delante.