Los trastornos del comportamiento alimentario, entre los que se encuentran la anorexia y la bulimia nerviosas, son enfermedades mentales graves cuyo pronóstico mejora cuanto antes se detecten. La detección precoz es muy importante en estos casos.

Es alarmante que el 5% de los jóvenes y adolescentes padezcan un trastorno del comportamiento alimentario. Otro 11% están en situación de riesgo. Ante estas cifras, la prevención se convierte en el mejor método para combatir estos trastornos graves.

A pesar de que las personas que envuelven a los enfermos observen, inicialmente, solo una alteración alimentaria y de peso, el origen de esta enfermedad es siempre psicológico (una baja autoestima, tendencia al perfeccionismo extremo, o bien las ideas sobrevaloradas de su entorno, así cómo el deseo de conseguir un cuerpo perfecto).

En efecto, las personas que padecen un trastorno alimentario tienen en común una baja autoestima. Además, esta característica está muy determinada por la percepción del aspecto físico de la persona. Esta baja autoestima puede conducir a una insatisfacción corporal importante y al inicio de dietas agresivas.

Saltan las alarmas cuando el adolescente deja de hacer algunas comidas, evita los almuerzos, evita los postres,... pero la más importante es cuando llega a provocarse el vómito.

El dialogo es una pieza fundamental para que quien padece estos trastornos se sienta apoyado por su entorno, para hacerle entender que nadie es perfecto. Pero, en cualquier caso, es mejor la opinión y el consejo de un especialista.