En la construcción, lo más frecuente es el empleo del cristal en puertas y ventanas. Pero no siempre van a tener las mismas funcionalidades ni para satisfacer las mismas necesidades.
La materia prima con la que trabajamos es una mezcla de arena, carbonato sódico y otros componentes (según el tipo), que se funden a 1500º centígrados en un horno. Partiendo de las necesidades, podemos encontrar varios tipos de cristales.
• Cristal flotado: es el que tenemos en nuestras ventanas. Su grosor oscila entre 3 y 6 mm. Hoy en día, casi todo, el vidrio se fabrica mediante este proceso y, por decoración, muchas veces, después se le añaden otros procedimientos para acentuar el color, la resistencia o la dureza.
• Cristal de seguridad: estos cristales no se pueden romper, o si lo hacen, es de manera segura, donde no hay elementos cortantes. Los ponemos en superficies grandes y en lugares con riesgo de facturas, por ejemplo, en la luna de un coche.
• Cristal reforzado: es el que se pone en las puertas de los comercios y lugares con gran frecuencia de uso. Lleva un tratamiento que lo hace muy resistente.
• Cristal de control solar: se pone en ventanas donde la temperatura exterior es muy alta y la luz es muy intensa. Este tipo de cristal es el utilizado en oficinas. Además de protección supone un ahorro pero, a veces, la reducción de la luz solar puede suponer un aumento en la factura de la luz eléctrica.