Todos alguna vez en nuestras vidas hemos sentido celos, pero ¿Qué pasa cuando esos celos se vuelven una enfermedad?.

Los celos, afectan a todos, edad, sexo o raza por igual. Se trata de una emoción y, como tal, aunque en cada persona se manifiestan de manera distinta, suelen tener la misma raíz del problema. La diferencia se basa en los patrones que tenemos por educación y por sociedad en general, ya que lo que para una persona es normal, para otra es una conducta un poco extraña que representa temores o miedos.

En general, los celos son debidos a una baja autoestima por parte de la persona que los siente. La inseguridad y los temores suelen ser los sentimientos que más se destacan. El miedo a ser abandonados o engañados y el no creerse realmente los sentimientos del otro.

Cuando nuestra autoestima está en los niveles correctos y no tenemos motivo alguno para sospechar, los celos no existen, porque no hay motivo para ello; sin embargo, una actitud anormal o un indicio mínimo de engaño puede ser más que suficiente para que la persona celosa manifieste este malestar de distintas maneras.

Si bien los celos pueden ser hereditarios, por provenir de una familia con padres celosos, también se puede dar por una infancia traumática, o en la que se ha generado la poca autoestima del niño, que se arrastra al ser adulto. Otras personas no han sido siempre celosas, sino que comienzan a manifestar este sentimiento después de vivir experiencias desagradables.

Si los celos se vuelven cada vez mayores, se convertirán con el paso del tiempo en celopatía o lo que es lo mismo, celos obsesivos. Este tipo de enfermedad es muy difícil de diagnosticar. Tampoco se pueden predecir las consecuencias, ya que cada persona puede reaccionar de manera distinta.

Se dice que los celos son una enfermedad social, que se deben a los pensamientos negativos y que acaban destruyendo relaciones, amistades y familias.