Llega el verano en el hemisferio norte y el cielo nos sigue ofreciendo sus mejores espectáculos, los que más impresionan. La Vía Láctea, las lágrimas de San Lorenzo o las tormentas son algunos de ellos.

En los días de verano es más habitual el olor a sal y crema solar. Disfrutar entonces del olor a tierra mojada, después de una tormenta, es algo inolvidable. Además, son fechas en las que la lluvia va acompañada de rayos y relámpagos, ofreciéndonos gozar de un bello "espectáculo de la Naturaleza".

El cambio climático está modificando aquellas tormentas, intensas y cortas, de los días bochornosos. Los veranos son más cálidos con las consecuentes olas de calor y temperaturas extremas.

En estas fechas se producen muchos fenómenos astronómicos. La luna y las estrellas son tan visibles como el resto del año, pero apetece más salir a contemplarlas. El cielo por la noche es todo un espectáculo.

Debido, también, al mal uso que hemos hecho de nuestro planeta, las estrellas pueden dejar de verse. Nace Starligth, una iniciativa turística que pretende dar un toque de atención a cómo el aumento de la contaminación lumínica impide ver las estrellas cada vez en más lugares. Es una certificación de la calidad del cielo. Si la noche está despejada, se pueden contemplar cerca de 3.000 estrellas sin necesidad de instrumental especializado.

La lluvia de estrellas Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo es un acontecimiento propio del verano. Son "estrellas fugaces", partículas de polvo que un cometa libera al acercarse al sol. Si llegan al suelo para desintegrarse se llaman meteoritos. Se cuelan en el espacio y, cuando se calientan, emiten una luz; dan la impresión de una estrella que cae del cielo con movimiento rápido.

En verano es ideal contemplar la Vía Láctea. También se conoce como camino de Santiago. A simple vista parece una neblina cuajada de estrellas y nebulosas. En realidad es la galaxia donde se encuentra nuestro Sistema Solar.