Una casa flotante - Cultura y ocio, Economía

viernes, 29 de marzo de 2013

Una casa flotante



Cada vez más personas optan por este estilo de vida: una casa en apenas 30 metros cuadrados, sometida al continuo vaivén de las olas. Vivir en un barco es un nuevo estilo de vida, libertad y aventura, además de, en algunos casos, un ahorro económico.

Parece apasionante surcar los siete mares como si fuéramos lobos de mar y, sobre todo, disfrutar de la libertad que supone viajar con la casa a cuestas. Pero convertir la embarcación en nuestra casa también supone acostumbrarse a la humedad, al olor a salitre, al movimiento continúo de las olas... y convivir con estrecheces, una aventura a la que pocos se apuntan.

Una casa flotante

No hay un censo oficial sobre las personas que siguen este estilo de vida. Las cifras de venta facilitadas por la Asociación Nacional de Empresas Náuticas indican que en España se matriculan menos embarcaciones que en Finlandia o en Suecia. Sin ir más lejos, en el Port Vell de Barcelona, el puerto catalán con mayor número de residentes, un 70% de los 150 barcos-vivienda allí amarrados son extranjeros. Al parecer, es una cuestión cultural. En España no tenemos una cultura volcada al mar como Francia o Italia.

Según varios brokers (personas físicas o firmas que actúan de intermediario entre comprador y vendedor, cobrando una comisión) el perfil de aquellos que deciden lanzarse a la aventura de vivir sobre las aguas es el de personas jubiladas, solteros, divorciados o parejas jóvenes que, cuándo adquieren un barco, no suelen manifestar su intención de utilizarlo como residencia.

Vivir así supone unos gastos: el primer gasto es la adquisición del barco, que ha de tener como mínimo unos 10-12 metros de eslora (equivalente a una superficie útil de 20-30 metros cuadrados). Se pueden encontrar por unos 90.000 euros, o más baratos, si tienen de 4 a 5 años de antigüedad. También hay que contar el amarre, ya que pocos eligen vivir constantemente navegando; puede ser de compra o alquiler, y da derecho a tener luz y agua.

Curiosamente, la crisis y la consiguiente "llamada del ahorro" ha hecho que estos precios suban y ya no son los que eran; ahora es mucho más caro.


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