Si vivimos solos, lo más probable es que acabemos llenándonos de manías. La mayoría de ellas no son trascendentales. Pero, si empezamos a limpiar la casa de forma obsesiva o montamos en cólera porque nos cambian de sitio un cenicero, es que nos estamos pasando de la raya. Entonces, una buena terapia para esto es convivir un tiempo con nuestros amigos, o, si podemos, irnos de vacaciones.

Sentirnos bien el tiempo que pasemos en casa resulta fundamental para nuestro equilibrio. No hace falta que sea demasiado grande y lujosa, sino que nos proporcione bienestar y esté decorada con cosas que nos gusten.

No hay nada que cree más frustración y apatía que el aburrimiento. Lo dicen los psicólogos: reír resulta beneficioso tanto en el plano físico como en el psicológico. Hace que se consuman calorías, activa el proceso respiratorio y, con solo unos minutos, se consigue el mismo efecto que con media hora de relajación.

¿Es verdad que lo que ha sucedido no nos afecta? Si lo pensamos despacio y no es así, vale la pena recordar que dárnoslas de duros e insensibles no nos beneficiará; todo lo contrario, puede volverse en contra nuestra. Es mejor llorar, si hace falta, hablar con otras personas y sincerarnos... sobre todo con nosotros mismos.

Toda personalidad tiene sus cimientos en la tolerancia. Ser tolerante con los defectos propios y con los ajenos es una de las claves del bienestar. A veces, querer ser perfecto y destacar en todo, es el camino más rápido hacia la frustración.