¿Quién dijo que la belleza sólo se aprecia con la vista? En las distancias cortas, el aroma es la clave.

Para acertar con la colonia debemos elegir sin prisas. Podemos empapar filtros de café o pañuelos de celulosa (ya que el papel es neutro y mantendrá el olor durante horas) y dejarlos un rato; incluso podemos comprobar, ya en casa, cómo actúan los aromas al cabo del tiempo. Es mejor que no probemos varios perfumes a la vez, pues llega un memento en que la nariz se embota y el sentido del olfato se altera.

Los aromas más intensos y fuertes son los de noche; también los aromas que usamos en el invierno. Dejaremos para el día y para el verano las fragancias frescas, florales o afrutadas.

Si queremos evitar que el perfume se estropee, debemos mantenerlo fresco en su caja, lejos de la luz brillante del sol y de las temperaturas extremas, asegurándonos de que el tapón cierra bien, para evitar la evaporación. Mejor que sea un frasco pequeño (la duración de un perfume es de uno a tres años) y agotarlo antes de que se disipe para siempre.

Los perfumes, como nosotros, también tienen personalidad; por eso debemos escoger uno que acompañe a la nuestra. Si somos personas alegres y extrovertidas, debemos probar con los aromas florales. Para las personalidades menos evidentes, misteriosas o románticas, van los olores más dulces, con esencias de maderas o aceites que premian a nuestro olfato con aromas que trasmiten buenas y diferentes sesaciones.

Podemos utilizar el perfume para dar vida a determinadas zonas mágicas de nuestro cuerpo: en las muñecas, alrededor del cuello y en la parte posterior de las rodillas. También podemos rociar un poco de perfume en el cabello recién lavado. Si distribuimos el perfume por diversas partes del cuerpo, nos aseguramos que el olor será sutil pero duradero.

Es mejor que la crema corporal, el desodorante y el perfume sean de la misma gama, o la mezcla puede ser criminal. Si no, podemos adquirir cremas corporales de olor casi imperceptible, para que no haya mezcla de olores.