Podemos cultivar las uvas a la intemperie, pero sólo conseguiremos cosechas razonables si donde las cultivamos reciben sol, mucho y fuerte, en verano. En estas zonas podemos cultivar variedades de mesa y uvas blancas o negras para vino. Si la zona de cultivo es más fría, tenemos que buscar variedades que maduren más pronto.

La uva prefiere los suelos arenosos, incluso con piedras, alcalinos y que se calienten fácilmente con el sol. El suelo de la uva ha de tener buen drenaje, el terreno no debe encharcarse. La uva teme a las heladas, necesita un lugar soleado y protegido.

En una de las zonas de la casa orientada al sur podemos plantar unas parras en alguna pared. Primero enterramos algo de mantillo bien descompuesto, aunque no demasiado. Compramos vides de un año y las plantamos en primavera. Se sitúan a una distancia de 1,5 metros. Si tenemos que plantar las vides en invierno, tendremos que protegerlas con una capa de mantillo.

Para establecer la vid clavamos una estaca en el suelo cerca de la pared que recibe más sol y fijamos varias hileras horizontales de alambre. Después de la plantación se cortan todos los brotes, excepto los más vigorosos, que se atan a la estaca.

A medida que van apareciendo las flores en verano, las pinzamos y podamos las ramas laterales hasta cinco hojas. Después las atamos a los alambres. A continuación eliminamos las ramas que salen del tallo principal entre los alambres. Año tras año hacemos lo mismo, hasta tres. Después, la vid ya está establecida.

Para recoger la uva utilizamos las tijeras, eliminamos cualquier uva podrida lo antes posible. La uva se puede conservar en un lugar fresco durante varias semanas.

Si las hojas se marchitan y los brotes se secan, nuestras vides están afectadas por el mal blanco de la raíz. En este caso, aunque no podemos salvar las vides ya infectadas, podemos luchar para tener unas próximas sanas, desenterrando y quemando todas las vides muertas, y cambiando la tierra o esterilizándola antes de volver a plantar otras vides.