El elefante, un gigante vagabundo - Animales, Cultura y ocio, Naturaleza

martes, 21 de junio de 2011

El elefante, un gigante vagabundo



Pausado, tranquilo, consciente de su superioridad, el elefante avanza por la llanura en su pequeña manada. Sabe, en el fondo de su instinto, que ningún animal se atreve a molestarlo. Todo su comportamiento irradia seguridad. Su trompa va palpando, tomando, arrancando a derecha e izquierda lo que más le conviene. La tierra es suya. El elefante no tiene territorios propios, es un vagabundo y recorre la tierra a sus anchas.

En el elefante sorprende su volumen, la impresión de potencia que causa su enorme masa. Pero, cuando se observa atentamente, su trompa sorprende aún más. La trompa del elefante sirve para todo, herramienta de trabajo que arranca ramas altas o trasiega pesos, se lleva alimentos a la boca o tantea un cuerpo desconocido; apéndice olfativo, manguera que se llena de agua o de polvo para duchar con ellos el cuerpo del coloso.


La trompa es como una mano. Pero una mano dotada del sentido del gusto y del olfato. El elefante africano, además, tiene en su extremo dos labios que actúan como dedos y son capaces de recoger cualquier objeto menudo, con exactitud y delicadeza asombrosas. Pero también se puede convertir en una terrible maza y descargar golpes formidables, o arrancar arboles de cuajo. Puesta a trabajar, en épocas de sequía, profundiza en la tierra, hasta hallar agua, abriendo así fuentes que son inapreciables para otros animales.

Los movimientos de la trompa del elefante son como los de una serpiente, se mueve en todas direcciones, se adapta a todas las formas, puede enroscarse y distenderse, descender hasta el suelo en busca de un animalillo rastrero o alcanzar la última rama, estirándose hasta lo más alto de un árbol. Toda la gama de actitudes y posiciones serán adoptadas por la trompa del elefante, a tenor de las necesidades del momento.

El elefante africano destaca también por sus grandes orejas: estas tienen una función reguladora de la temperatura. Están recorridas por una tupida red de vasitos capilares por donde sale el exceso de calor almacenado en el cuerpo.

Con un peso de hasta 6 toneladas en algunos machos, el elefante come diariamente unos 300 kilos. Esta enorme presión alimenticia puede ser una de las causas de sus hábitos vagabundos: una manada de elefantes acabaría rápidamente con los recursos de una zona si permaneciese en ella de un modo estable.

Su corpachón, que se adapta a todos los terrenos, en cambio no le permite saltar. El jefe de la manada es la hembra más vieja. Ella guía a los demás y respetan su jerarquía. Los machos suelen vivir algo separados del grupo general de las hembras.

Los espléndidos colmillos son incisivos de marfil y fueron durante siglos la causa de la tenaz matanza por parte del hombre. Pero aquello pasó. Se habla de una memoria de elefante para indicar una extraordinaria capacidad para almacenar recuerdos.


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