La medicina cumple un propósito en el que la naturaleza es maestra: equilibrar lo que está desequilibrado. Si estamos enfermos podemos pensar que nuestras dolencias son fruto de una lotería y que, si nos sentimos mal, es porque nos ha tocado en suerte. Pocas veces el mal está relacionado con la fortuna, en casi todas las ocasiones las dolencias tienen una causa clara. ¿Cuantas veces abusamos de algo, sabiendo que nos sienta mal, simplemente porque nos gusta?

Existen dolencias que no podemos prevenir; son dolencias congénitas que hemos heredado. Pero la mayoría de las enfermedades actuales, como la hipertensión, el colesterol, la diabetes, los lumbagos y ciertos tipos de cáncer, cómo el de colón o el de mama, tienen causas definibles, se puede luchar contra ellas y vencer.

La dietética y el ejercicio moderado como el taichí, caminar o andar, el yoga o la natación se convierten en herramientas fundamentales para prevenir gran número de dolencias.

Algunas veces la naturaleza nos avisa de que hay que parar y descansar, pero no le hacemos caso, hasta que al final ella misma nos obliga. Como en el caso de las contracturas en la zona lumbar causadas por el exceso de trabajo, que afectan las raíces nerviosas, origen del nervio ciático y acaban provocando un ataque de ciática.

Muchas bacterias trabajan en nuestro intestino, la naturaleza está inmersa en nuestro organismo. Por eso tiene gran importancia mantener la flora bacteriana que pueda fabricar vitaminas y nutrientes. La naturaleza está dentro de cada ser humano y tiene una fuerza curativa innata. Un buen médico naturista ha de saber dejar actuar esta fuerza.

Hay que saber distinguir entre natural y naturista: natural puede ser comer carne o pescados crudos, pero esta forma de pensar no es propia de la corriente naturista, que respeta las bases de la nutrición. El naturista es respetuoso con todos los seres vivos en general y suele basarse en dietas exentas de productos de origen animal. Observando la naturaleza surge la medicina natural.