Si cuidamos el exterior de nuestra casa conseguimos, además de tener las calles más cuidadas y los edificios más limpios, un espacio harmónico con el entorno. Pero, sobre todo, reparando el exterior mantenemos nuestra casa en buenas condiciones y la preparamos para soportar mejor las inclemencias del tiempo.

Con las fachadas de las casas limpias se mejora el aspecto de pueblos y ciudades. Con esto, además, ayudamos a promocionar turísticamente el municipio donde vivimos, ya que a todos nos gusta ir a lugares limpios y cuidados.

Antes de empezar las obras debemos preguntar al ayuntamiento qué clase de materiales, cánones de construcción o colores están permitidos y, de paso, si hay algún tipo de subvención. A veces, los ministerios de Fomento o Vivienda y otros organismos públicos, autonómicos o municipales, financian parte de la reforma.

Antes de pintar la fachada es muy importante hacer repasar las superfícies por un albañil, para reparar las juntas, grietas o imperfecciones de la propia construcción. No hay que esperar a que la obra esté acabada para darnos cuenta de que falta una luz en el exterior, un timbre o un arrimador decorativo de piedra, unas barandillas, etc. Si lo tenemos todo claro antes de empezar, ahorraremos tiempo y dinero.

La limpieza y la reparación de la casa se consolidan con la pintura adecuada. En el mercado hay una gran variedad. En sitios donde la lluvia es muy habitual será útil un revestimiento elástico. Para sitios donde hay mucha luz solar es mejor aplicar pinturas acrílicas que, además, secan muy rápido. Las fachadas de adoquines también se pueden tratar, hay barnices especiales que protegen de la suciedad atmosférica y de la aparición de hongos.